domenica 12 giugno 2016

Espermatozoides


El otro día tenía cita con V.I. para ir a ver una película (El olivo, que luego resultó ser buena) y nos citamos en la Plaza de la Universidad. Yo llegué antes de lo que pensaba y

me puse en el banco de piedra al lado de la salida del metro en el medio de la plaza para seguir leyendo. Al mismo tiempo escuchaba música; ningún álbum en particular, sino canciones que venían saliendo de forma aleatoria. La única que me acuerdo es London Calling, quizás por la potencia de esta canción, quizás porque me hizo pensar en los días de guerrilla de hace unas semanas en Gràcia. Aquí un artículo escrito por la querida Marina Rubio (en inglés) que explica muy bien lo que pasó. Esa canción puede ser la banda sonora mientras lees este post.

Así como me estoy yendo del camino principal de este post, así se iban mis pensamientos en la Plaça de la Universidad, mientras intentaba leer Permaculture – Principles and Pathways Beyond Sustainability de David Holmgren que llevo intentando leer desde Enero 2015 y todavía estoy al 64%. No puedo no hacer conexiones entre las cosas que me pasan, contrariamente a lo que dice este cómico americano, de hecho muy bueno. 

De vuelta al banco, a la música, al libro, a la espera de V.I. y a la idea central de este post.
Me di cuenta que no era solo la música lo que me distraía, ni la contundencia y la densidad del libro de Holmgren, ni la espera misma. Había algo más, una presencia que me rodeaba. En la parte de la plaza delante mío había muchísimos chicos es sus skateboards (15? 20?)
Esperando la eyección y la competición
entre los 20 y los 30 años y me puse a reflexionar sobre ellos. Antes de todo al observarlos sin mucho interés mientras leía me di cuenta de que eran todos chicos. Ni una sola chica. 
Por lo menos aquí en Barcelona no es nada común ver chicas en el “esquéit”. Mientras hacía esta reflexión me fijé que en pocos minutos, además de los chicos que seguían dando vueltas sin parar, había visto una chica y un chico, saludarse, darse dos besos y marchar, dos chicas encontrarse, abrazarse y marchar y otras dos chicas abrazarse y marchar. Se me estaba formando en la mente una imagen y estuve pensando que en las dinámicas de los chicos veía un patrón muy claro: ellos estaban allí todos juntos pero cada uno por su cuenta intentando hacer lo que hacían los demás y de hacerlo mejor, para que después los demás intentaran imitar al que lo hacía mejor y superarlo. “¡Yo tengo que ser mejor que los demás! parecía estar pensando de forma no cociente cada uno de los chicos. La imagen que por fin tomó forma en mi cerebro fue la de los espermatozoides. Claro, ¡era un patrón muy evidente! Así como los espermatozoides, cada uno de los chicos intentaba ser mejor que los demás, un patrón muy común en la sociedad hecha mayoritariamente de y por el hombre. Un patrón que va totalmente en contra de uno de los principios de diseño de David Holmgren que me gustan más: Integrar más que segregar.
La teoría del seguir la masa y querer ser mejor que los demás se confirmó poco después. Yo estaba sentado a unos 3 metros de la esquina del banco más cercana a la salida del metro. Uno de los chicos/espermatozoides, vino desde la derecha, saltó poco después de donde estaba yo, tocó el banco hasta la esquina y volvió al suelo. 16 segundos después otro chico intentó hacer lo mismo, pero no le salió igual de bien, casi se cayo y su esquéit se movió un metro hacia mi, antes que él pudiera recuperarlo con embarazo. Siguieron dando vueltas junto a los demás y unos minutos después la escena se repitió. El mismo chico hizo el mismo ‘trick’ y el mismo segundo chico intentó imitarlo, esta vez con resultados incluso
peores, dado que se cayó y el skateboard se movió rápido hacia mi, golpeándome en el tobillo. El chico se disculpó varias veces, yo gruñí unas veces siendo al mismo tiempo feliz de que mi teoría y mi metáfora se demostraran acertadas: que la competición, aunque no abierta, es más negativa que positiva y que efectivamente los chicos se portaban como sus gametos los espermatozoides: ¡a ver quien gana! Una guerra de egos.





Unos minutos después llegó por fin V.I., nos abrazamos y compartí mis reflexiones y metáfora mientras moviéndonos hacia el cine y el resto de la noche.

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