domenica 2 novembre 2014

¿Somos todos acosadores?

En los últimos días un vídeo sigue apareciendo por todo lado. Es un vídeo de una chica caminando por las calles de Nueva York. Un resumen de 10 horas de camino y de los 108 piropos que recibe en este tiempo. Es un vídeo publicado originariamente por Hollaback! (fusión y jergalización de holler → holla = gritar y back = atrás), una plataforma cuyo objetivo es acabar con el acoso callejero. En poco tiempo el vídeo ha rebotado en redes sociales, periódicos en línea, etc. Más que el vídeo en si, la cosa más impresionante son los cientos de mensajes de respuesta al vídeo (de hombres, pero no sólo) en YouTube y en varios periódicos que siguen diciendo “pero decir 'hola guapa' es ser gentil, no hay nada malo en esto. La culpa es de las feminazis que odian a los hombres y ven acosos por todo lado. Las quisiera ver a los 60 años con las tetas al suelo cuando nadie les dice nada por la calle; rogarían por un poco de atención!”. O cosas así.
Al publicar el vídeo en mi perfil de Facebook, un par de chicos que no veo desde hace tiempo (debido a la distancia geográfica) comentaron, apoyando mi decisión de publicarlo y la cosa me alegró mucho. También tuve una discusión muy interesante —en privado— con mi viejo amigo N.M. Me contactó él diciéndome “algún día me gustaría compartir un par de opiniones contigo, que eres sensible a estos temas”.

La discusión que siguió se centró en las miradas.
No quiero empezar a hablar de que estoy de acuerdo con el tipo de denuncia que aparece en el vídeo, o de que dar a una persona (generalmente una chica) atención no deseada ES un acoso y tampoco quería hablar de estas cosas N.M. Esto es sentido común para él y para mi, así como para muchos chicos (lamentablemente todavía demasiado pocos). Tampoco hablamos de miradas lascivas o que hacen sentir incómodxs.
Pero simplemente, ¿miras a las chicas? ¿Qué sientes por dentro? ¿Dónde termina la espontaneidad y empieza el autocontrol que nos imponemos “los chicos respetuosos”?

Lo que yo pienso es que sea normal mirar a las personas del género que más nos interesa, pero la manera que tienen los chicos y las chicas de hacerlo —para quedarnos sólo en los géneros numéricamente másimportantes y que personalmente conozco más— es muy diferente.
Eónes de patriarcado han hecho que los chicos de hoy en día reputen normal dar atención no deseada a otras personas(usualmente chicas); exactamente lo que pasa en el vídeo que nos llevó a esta discusión. Pocos años de feminismo nos hicieron dar cuenta que esto no está bien, pero muchos de nosotros se paran mirando a las chicas de manera muy descarada, porque esto sería algo que nos surgiría de manera “natural”.
El mismo patriarcado ha hecho que las chicas se porten de manera muy diferente. Si una chica hiciera lo que hicieron los chicos en el vídeo, esto estaría muy mal visto (porque no sería “normal”). Si una chica se quedara a mirar de manera descarada el culo de un chico, esto también estaría muy mal visto. Así que ellas han aprendido a hacerlo de manera mucho más discreta.
Aunque no hubieran “confesiones” de las mismas chicas que dicen que sí miran, no me creería que las chicas no miran a una persona que le interesa. Es —para mi— una natural atracción hacia lo bello. ¿Quien no se para a mirar o hacerle mimos a un cachorro? Yo miro también a chicos guapos, pero cuando hay también una componente sexual, el hecho es más común.
Lo que dicen algunas personas que están más concienciadas con asuntos de género (lxs feministas) es que cuando un chico se queda a mirar a una chica —muchas veces de manera descarada— lo hace porque está viendo a la mujer como un objeto; que no la está viendo como una persona. Yo no creo que sea esto lo que pasa —por lo menos no para todos los chicos—, así como no creo que sea lo que pasa cuando una chica mira a un chico y aunque una mirada a alguien que no se conoce necesariamente se queda en el aspecto más superficial. Volvemos a lo que decía antes sobre la atracción hacia el bello. Entonces ¿es natural que un chico se quede a mirar a una chica y que lo haga descaradamente? En este caso, creo que el saber que estamos en una posición de poder de género nos daría a los chicos este descuidado. Pero ¿se queda todo en esto? ¿No hay también una componente natural? En su libro Testo Yonqui, Beatriz Preciado habla de como la utilización de testosterona sintética produce cambios en sus sensaciones corporales. Entre ellas el aumento del deseo sexual. De este mismo tipo de aumento de deseo al usar testosterona hablan también unos transexuales hombres barceloneses en un documental del que desafortunadamente he olvidado el nombre. Claro, estoy hablando de deseo sexual, pero quizás el hecho de que un cambio en la cantidad de hormonas pueda cambiar la manera de portarse de las personas me hace pensar en una componente más natural en la manera de portarse de muchos chicos.

Lo en que sí veo un ver a la mujer (o en menor mesura a los chicos) como un objeto es observar en que y en quien nos fijamos.
Hace 70 años (o incluso menos) los aspectos físicos en que la gente se fijaba eran bien diferentes que los en que nos fijamos hoy en día. Este cambio de estética es debido por completo a la sociedad, a la publicidad y a lo que se nos dice ser atractivo. Si bien yo esté naturalmente atraído por chicas andróginas, no niego fijarme también en chicas de una belleza más “normal”.
¿Entonces? ¿Natural? ¿Social? ¿”Normal”?


Las preguntas están aquí para ser debatidas.

lunedì 26 maggio 2014

The Downward Spiral o Un tranquilo sábado de mala hostia.

Estoy en un barco que salió a las 8:00 desde Göteborg (Suecia) y me llevará a Frederikshavn en Dinamarca. Son las 8:51, ya estamos demasiado fuera como para ver algo que no sea agua y un poco de cuesta a lo lejos, la llegada está prevista a las 11:15 y es un buen momento para escribir.
El sábado pasado (bueno de hecho hace dos sábados) me fui, como todos los sábados, a trabajar en el bosque comestible de Can Masdeu. Un grupo de unas 15-20 personas del Centre Civil del Coll la Bruguera había venido a visitar el proyecto. Habían contactado conmigo dos meses antes. Llegué un poco tarde y ellxs ya estaban allí, junto con D.F. y R.T.
D.F. le explicó lo que es Can Masdeu y justo después pasé a explicarle lo que son la permacultura, Permacultura Barcelona y un bosque comestible. Después pasamos a visitar el bosque, mientras D.F. y R.T. trabajaban un poco.
Al final de la visita la gente se dijo entusiasta, pero después de poco se fue.
El día anterior (viernes) me había ido a Amposta (1,45h en tren), había enseñado 3 clases de una hora y media del Curso de Diseño en Permacultura y había vuelto por la noche del mismo día para enseñarle el bosque comestible a la gente del Coll la Bruguera la mañana siguiente. Como ya dije, a las 11:15 del sábado estaba en Can Masdeu y a la 1:30 quedábamos D.F., R.T. y yo. Nadie más. El día era muy bonito, despejado, hacía calor, pero no como en la ciudad, pero no había nadie más que nosotros. Estaba deprimido y decidí no quedarme a comer. Bajando pasé como siempre al lado de los campos de fútbol sala y como siempre me dio de pensar. Vi docenas de tíos vestidos de colores, sudando bajo el sol y divirtiéndose. Pues sí, es un juego y está bien vestirse de colores, no es cierto la vida “normal” cuando no está tan bien ir vestidos con colores alegres. Además en el fútbol es importante distinguirse los unos de los otros. ¡Que se entiendan bien los equipos contrapuestos! Y luego, claro, en el día a día no que no está bien ir de colores. Es de maricón, ¡collons! Además en el fútbol sólo tíos, claro. Faltaría más. La separación de los sexos antes que todo, por dios. Será un juego, pero ¿quien quiere jugar con mujeres? ¡Ellas sirven para otras cosas! Además no sería justo. ¡La diferencia entre nosotros y ellas es demasiada!
En fin. Estaba de malo humor, cansado, y pensamientos negativos me llenaban la cabeza. Está bien divertirse como mejor queramos, pero la sociedad nos dirige, como siempre, y nos dejamos dirigir. Pensar en lo que nos gusta de verdad podría ser dañino.
Seguí caminando hacia el metro. Antes de entrar me hice llamar (por segunda vez) por E.N. que me dijo que estaba en Sants con C.C. en un concierto-fiesta para el centro social de Can Víes y que me esperaba. Empecé a sentirme mejor, a pensar que no me lo tenía que tomar tan personalmente. Que las personas del Coll la Bruguera eran casi todas mayores y que había sido bueno pasar la mañana con ellxs. Y que al final la gente del fútbol sala se estaba solo divirtiendo como mejor sabía. Llegó el metro, entré, cogí el metro y llegué leyendo hasta Diagonal donde cambié a la línea azul. Cogí el metro y me arrepentí de haberme ido de Can Masdeu. Me arrepentí con todo mi ser.
Eran las 14 y el metro estaba lleno. Había colores del Barça por todo lado. 
Tuve que estar de pie. 


Un grupo de tíos hacía coros, saltaba y reía en el metro. Ha-cí-a cooo-ros, sal-ta-baaa y re-ííí-aaaaa MUCHO. Al poco tiempo los coros pro-Barça se transformaron en coros anti-Madrid. Cualquier equipo de Madrid fuera. Y los coros eran violentos, claro. Y los tíos se reían, claro. Una tía que estaba a mi lado le explicaba a otro tío —¡justificándose!— que no, no le gustaba el fútbol pero que a su padre (que estaba allí al lado) le encantaba. Y el padre se puso a cantar con los del Barça y a darle fuertes golpes ritmados al palo al que estaba apoyado yo también. Y su anillo de boda “sonaba” al tocar el palo. Después de un par de paradas entró en mi coche un segurata ENORME que había visto mientras esperaba el metro en Diagonal. Nunca estuve más feliz de ver a un representante del orden. Al entrar, el hombre dijo algo a los tíos, pero se veía que no era serio, que tenía la sonrisa en la boca. Los tíos le abrazaron y siguieron haciendo coros, saltando y riendo. Su divisa naranja se transformó en mis ojos en otra blaugrana. Empezaron a contestar a los coros tíos del coche de al lado, en la parada siguiente entraron más tíos y se unieron a los coros. La parada siguiente era, por fin, mi parada. Me parecía haber estado en el metro un tiempo infinito. Al dirigirme a la salida, la que estaba más lejos de los tíos que seguían “cantando”, vi que había muchas otras personas con la divisa oficial. Y gente normal, tías mayores, que reía y parecía estárselo pasando bien, o por lo meno comprender todo esto, verlo como algo al fin y al cabo necesario.

Salí. Por fin salí. Me fui corriendo a buscar a E.N. Estaba en una plaza con C.C. y L.. La fiesta se estaba acabando y un tío tocaba el banyo, las percusiones y cantaba (gritaba) con toda la intensidad posible. E.N. explicó que era vasco. Claro. Conté mi historia. Después de poco C.C. se fue. E.N vio que yo estaba muy afectado. Me cuidó. Me dijo —como ya había hecho en otras ocasiones— que era la necesidad de sentirse parte de un grupo, que ella tampoco estaba de acuerdo con lo de los tíos del metro, pero que al fin y al cabo los tíos que jugaban a fútbol cerca de Can Masdeu estaban haciendo deporte y se lo estaban pasando bien. Todo se me quedaba corto. Mi furor no se iba. E.N. se dijo de acuerdo conmigo, no sé si totalmente en serio o también para placarme.
Decían que la religión es el opio del pueblo y es cierto. Pero nosotrxs hemos evolucionado, hemos abandonado la espiritualidad. Ya no la necesitamos. Y tampoco necesitamos hacer guerras (bueno, por lo menos entre nosotrxs, que allá donde se lo pasan mal y donde podemos ganar fácil sí que nos vamos). Ahora nuestro opio es mucho más material. Nuestra felicidad o tristeza, ya no dependen de hombres con divisa de cura, supuestos emisarios de un ser superior que nos dicen lo que está bien o no hacer. Ahora se deben a tíos con camisetas coloreadas que se afrontan cada dos por tres para satisfacer nuestras necesidades drogadictas y nuestra sed de “sangre”, nuestra necesidad de sacar la violencia toda masculina que nos llevamos por dentro. Y el poder ya no necesita ensuciarse las manos con agua bendita y hostias (en sentido literal y figurado). Ya es suficiente tener dinero para comprar este o aquel futbolista, mantenernos interesadxs y seguir haciendo lo que le da la gana. Panem et circenses decían los romanos. Las cosas no han cambiado mucho desde entonces.

Si 1/100 de la energía invertida en los partidos (de fútbol) se invirtiera en algo que tiene sentido viviríamos en un mundo mucho mejor.