giovedì 3 marzo 2016

Perfecciones

Cada ser tiene su propia perfección.
Cada ser que tenga plena conciencia de si mismo es perfecto.
El mundo natural es perfecto.
Los seres humanos tenemos muchas veces demasiado cerebro para serlo. O demasiado poco.

Reflexions molt personals i compartides d'una altra bonica nit sense dormir

tothom és com és.
tothom pot canviar.
i no és fàcil per a ningú.

mercoledì 17 febbraio 2016

Antojos

Este post fue escrito el miércoles 17 de Febrero de 2016 en el Aeropuerto del Prat de Llobregat, en el vuelo Barcelona-Roma Fiumicino, en el tren Fiumicino-Roma Tuscolana, en el tren Roma Termini-Frosinone y en Ceccano.

Esta mañana me desperté muy temprano para coger un vuelo hacia Roma. Me voy a casa de mis gurasoak1 para hacer una gestión de agua de lluvia en una tierra que compraron y luego plantar árboles y arbustos. Además de estar con ellas, claro. Como solo mi madre sabe que voy, ¡va a ser muy bonito!
Esta mañana mientras viajaba hacia el aeropuerto del Prat de Llobregat (Barcelona) dos cosas completamente no relacionadas pasaron. Dos cosas que conecté y que me dieron mucho por pensar.
Como escribí en mi post anterior, una de las cosas que estoy leyendo en este momento es A Room of One's Own de Virginia Woolf. Es un ensayo no muy fácil de leer y que está lleno de ideas muy interesante sobre la relación de las mujeres con la producción artística y la sociedad. Una sociedad hecha por y para hombres. Esta mañana leí una página muy buena que se puede leer en el original inglés aquí o en la traducción española aquí.
Los hombres necesitan a las mujeres para poder ser aquellos hombres que la sociedad creada por ellos mismos les dice que son. Un espejo para su ego, como lo pone Woolf.


Justo después de leer estas ideas en el metro 3 entre Canyelles y Espanya, al subir una de las escaleras móviles vi una publicidad que me chocó. Un cartel muy grande decía “No es que tengas muchas cosas, es que tienes poco espacio”. 

Me pareció una idea fementida, maliciosa, deshonesta, hipócrita, engañosa y al fin y al cabo incluso espantosa y me volvió a la cabeza una canción.
Anteayer, durante uno de los muchos momentos que compartí con M.R.H. en los últimos días, M.R.H. me dijo que había leído uno de mis viejos posts y que desde entonces no podía parar de escuchar Society de Eddie Vedder. Ayer volví a escucharla (en una versión hecha por el mismo Vedder y Johnny Depp) y a tocarla yo también. Lo que se dice en la canción de forma crítica (“when you have more than you think you need more space” - cuando tienes más de lo que piensas necesitas más espacio) es lo que el cartel en el metro dice de una forma directa y falsamente inocente. Ese cartel tan simple es un altar al consumismo más inútil y descabezado: “piensas que quizás tienes demasiadas cosas? Qué no, que no son demasiadas, y si ya no sabes donde acumularlas, alquila un trastero, así que podrás seguir comprando lo que más te hace feliz y si el primer trastero se llenará rápido podrás alquilar otro trastero, que al final no cuesta mucho”. Este tipo de razonamiento me venía claro en la cabeza.

Siguiendo el laberinto de la parada de metro de plaza de España me di cuenta que
había otro cartel igual al lado de otra escalera móvil. Y quien sabe cuantos más habrá en toda la ciudad. Esta segunda vez, de todas formas, me pasé rápido al lado del cartel, mientras que la primera vez había vuelto a bajar las escaleras un par de veces para sacar fotos porque alguien dijo que tienes que conocer a tus enemigos mejor que a tus amigos. A pesar de esto, otro detalle se me hizo claro en la cabeza. En el cartel no hay solo una frase, sino que también una fotografía y en la foto se ven las cosas que quizás quieras poner en tu nuevo trastero que vas a alquilar. Y estas cosas son zapatos. Zapatos de mujer. Aquí llega la conexión. Tú, mujer, puedes querer tener siempre más cosas, siendo los zapatos algo que se relaciona normalmente con "el antojo todo femenino” de poseer objetos. Y tú, hombre, que eres más racional y entiendes que no se puede seguir acumulando cosas en tan poco espacio, sabes que puedes hacer feliz a tu mujer regalándole espacio para amontonar sus zapatos y en general todas las cosas que la hacen feliz. Una publicidad que puede hacer enfadar por su llamada al consumismo más vacío esconde otro mensaje incluso más feo, estereotipado, sexista y que puede pasar desapercibido por su aberrante “normalidad”: los hombres tienen que cuidar de sus mujeres para que ellas reflejen la supuesta superioridad masculina. Porque lo masculino no necesita de objetos para ser percibido como superior. O quizás el mensaje sea que las mismas mujeres ya no tengan que esperar a que un hombre las haga felices, sino que puedan permitirse alquilar su propio trastero donde guardar sus propios zapatos —su propia felicidad― comprados con su propio dinero. Porque ahora las mujeres son libres e iguales a los hombres, en una sociedad donde el feminismo es percibido casi como una palabrota de qué alejarse lo más rápido posible. ¿Verdad?

1 Siempre he odiado el término castellano 'padres'. En italiano existe el término de género neutro 'genitori' que indica la madre y el padre, las madres, los padres y todas las otras opciones. No me parece posible usar este término en castellano, también por diferencias en la pronunciación de 'ge' que en italiano es pronunciado '' y en castellano 'x'. Decidí usar el término de género neutro vasco 'gurasoak' para indicar madre y padre, también porque el uso de términos de orígen vasca se ha dado en castellano en pasado. Ver por ejemplo el uso de 'izquierda/o'.

martedì 9 febbraio 2016

El valor del tiempo

Mirto, Mutra (Myrtus spp.)
Azufaifo, Ginjoler (Ziziphus jujuba)
Esta mañana, después de trabajar un poco contestando correos para ir organizando
cursos y actividades de Permacultura planté unas semillas de azufaifo (recogidas en Italia) y de mirto, espino planco y algarrobo (recogidas en Mallorca). Justo cuando estaba acabando tocó la campana que anunciaba que la comida estaba lista. Había paella de marisco y ensalada. Además, al ser el último día de permanencia de C.C. aquí en Can Masdeu, había tiramisú de postre. Después de comer me quedé en la mesa con L.R., P.F. y la misma C.C.

P.F. le preguntó a C.C. si iba a echar de menos Can 
Algarrobo, Garrofer (Ceratonia siliqua)
Masdeu y su gente y después estuvo explicando de 
Espino blanco, 
Arç blanc (Crataegus spp.)
cuando él tuvo que dejar Can Masdeu durante temporadas largas (incluso más que un año) sin saber cuando volvería.
Explicó que:


P.F.: tenía que trabajar todos los días de 8 a 5, después tenía el viernes por la noche, el sábado se te hace tarde, el domingo haces algo y ya tienes que volver a trabajar...
L.R., C.C. y yo: Buaaaahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahaha
P.F.: (pensándoselo un momento) que después es lo que hace la gente normal
L.R., C.C. y yo: Buaaaahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahaha
P.F. Bueno, la verdad es que me lo pasé muy mal. Dormía muy mal, no podía dormir 10 horas del tirón…
L.R., C.C. y yo: Buaaaahahahahahahahahahahahahahahahahahahahahaha

Esta charla me dio mucho por pensar. Después de comer me fui a terminar mi Curriculum Permacultural, contesté a un par de correos y luego me fui a leer fuera en el último sol del día, algo que no había hecho hasta ahora, pero decidí aprovechar las oportunidades que tengo en este momento de mi vida. Leí una página muy bonita de Una habitación propia de Virginia Woolf sobre la imposibilidad para las mujeres de ser trabajadoras y buenas madres al mismo tiempo. Aquí en la versiónen inglés que leí yo, y aquí en castellano. Al publicarla en Facebook, también escribí un haiku:

Leo en el césped
Barcelona y el mar lejos
el sol tramonta

Mercurial, Malcoratge (Mercurialis annua)
Tramontado el sol me puse a quitar malas hierbas (mercurial, que no se lo comen ni las gallinas), y luego volví a contestar correos y a escribir.
Y me pregunto: ¿Por qué algo considerado normal por la mayoría de la gente (trabajar de 8 a 5 de lunes a viernes) le resulta imposible a P.F. (y a mi)? ¿Qué es lo que hace posible no caer en la rutina burguesa?
Para mi la respuesta está en vivir siguiendo tus instintos, aprendiendo cuales son las cosas verdaderamente importantes y deshaciéndote de las superfluas.
Además, aunque haya ya vivido en comunidades, aquí en Can Masdeu ―un proyecto que lleva funcionando más que 14 años― me doy incluso más cuenta de cuales son las ventajas de vivir en comunidad.
Unas ventajas que hacen del tiempo libre la normalidad, entre otras cosas. Es normal tener tiempo libre, no es normal no tenerlo. El mundo al revés. O quizás simplemente un mundo más natural donde la colaboración aligera las tareas necesarias para vivir.
Porque claro, la vida en comunidad quiere decir también trabajo para que esta funcione. En esta comunidad quiere decir un día de trabajo semanal (9:00 - 15:00) para el mantenimiento de la casa, hacer de comer para las más de 20 personas 2 veces cada mes, mientras que el resto de las veces alguien cocina para ti. Participar en el trabajo de una de las tantas comisiones que se necesitan para que la comunidad funcione, trabajar en la organización de un día de centro social cada tres meses, preparando de comer para más que 200 personas junto con otros miembros de la comunidad. Una reunión cada tres semanas más otras reuniones especiales que vayan surgiendo (2 en los 5 meses desde que estoy aquí) y pagar la cuota mensual, poco más que un quinto de los alquileres más baratos para un cuarto en Barcelona. Y estar dispuestx a adoptar la comunidad y dejarse adoptar por ella, con todas sus rarezas, idiosincrasias, risas, chistes, enfados y amor. Luego cada persona tiene su vida privada, claro, su trabajo, sus intereses, sus ideas.
Y bueno, no pude escribir todo del tirón, porque hubo más correos, una video-llamada con M.D. la cena, charlas sobre como solucionar el problema de la falta de agua (no llueve desde octubre y la próxima reunión especial, la tercera, es sobre este problema) y mucha investigación para averiguar que una idea que tuve para disminuir la evaporación no era tan buena y hacerme venir un par de ideas más sobre el mismo tema.


Ahora son las 00:38 y valorando lo que hice hoy me digo: ¡Qué bien vivimos!

giovedì 31 dicembre 2015

Las gafas

Anteayer pasé un hermoso día en el monte con un par de amigos que estuvieron en la Degustación de Permacultura que M.D.T. y yo dimos en mi pueblo, Ceccano, pero no es de esto que quiero hablar.

Por navidad, mis madres me regalaron el último libro de Zerocalcare, un autor de cómics de Roma que me gusta mucho, y mamma me dijo que en la misma librería había otros libros suyos.
Al volver del monte decidí hacerme un regalo e ir a comprar otro libro de Zerocalcare; como la librería está en el centro comercial C. decidí hacer otros recados también.

Hace 10-15 años —cuando vivía de manera estable en mi pueblo— pasaba varios fines de semana en el centro comercial C. y mi vida ha cambiando mucho desde aquella época. Creo haber ido a C. un par de veces desde entonces. Seguramente nunca en los últimos años. Llegar y entrar me pareció muy raro y extraño, pero al mismo tiempo siniestramente familiar. Me fui directo a la librería, vi los libros de Zerocalcare que había, pero para no cargar con ellos decidí ir a hacer los otros recados antes. No conseguí hacer casi nada de lo que me había propuesto, estaba a punto de volver a la librería y marchar, pero decidí subir a la primera planta para dar una vueltecita rápida. Al subir vi mucha gente congregada en el centro del piso, pero me fui a la derecha para mi vuelta. Todo era igual a antes. Unas tiendas (quizás) diferentes, pero al fin y al cabo más de lo mismo. 
Al llegar a donde estaban congregadas las personas, vi que había un escenario y yo estaba llegando desde detrás de ello. “Escondidas” detrás del escenario había unas 4 chicas con trajes de papá Noel y con las piernas a la vista. Como si fueran trajes de baño completos de papá Noel (o mamá Noel). Unas chicas de 30-40 años con unos vestidos ridículos: tenía que haber imaginado lo que había en el escenario pero esa imagen me descolocó y seguí pensando que habría la actuación de algún cómico de bajo valor, que era la idea que me había hecho desde el principio. Di la vuelta de muchas personas que estaban mirando el escenario y me di rápidamente cuenta que era mucho peor de lo que pensaba. Se trataba de un concurso de belleza; algo que no había presenciado nunca en mi vida. Obviamente se trataba de un concurso de belleza femenina.



La imagen más famosa de Divine
En el escenario había unas 20 chicas veiteañeras en bikini negro e improbables zapatos igualmente negros y un presentador en sus treintas con un embarazoso bronceado de lámpara. Cuando llegué yo, una de las chicas —semidesnuda y con unos ojos pintados que parecía la mejor Divine— estaba siendo “entrevistada” por el moreno presentador que le preguntaba qué quería hacer de mayor. Quizás el intento fuera demostrar que la chica sí que tenía un cerebro y no era solo un objeto que estaba allí por ser mirado por las cientos de personas reunidas. Y la chica, después de declarar tener 23 años, intentando ir de simpática con bromecitas y risitas decidió demostrar que sí que tenía un cerebro y decir que de mayor quería viajar, sobre todo. Pero no en avión, que le daba mal de estomago; mejor en barco. ¡Cuanta simpatía! y ¡qué brío!
23 años. 1992, pensé, y volvió a mi cabeza una de las historias de Zerocalcare que acababa de volver a leer “¿¿¿Los del '95 tienen 20 años??? Cuando pasó ¿Quien lo permitió?”
De todas formas justo después de esta entrañable “entrevista” todas las chicas en bikini empezaron un desfile con una caminata insegura, improbable y desgalichada por causa de la vergüenza, pero sobre todo por los zapados de aguja o cualquier otra aberración llevasen en sus pies. Me largué tan pronto como pude intentando no cruzar la mirada con nadie, intentando no imaginar las personas presentes —que pensaba ser principalmente tíos— y sus evaluaciones silentes: “buen culo”, “tetas demasiado pequeñas”, “buena sonrisa”, “buenas piernas”, etc. Solo crucé los ojos con un guardia al final de sus treinta años, de pié detrás del gentío de personas y con una mirada hacia el escenario digna del más exigente cliente de carnicería.
Me fui rápido a la librería, compré el cómic y salí. En la puerta de cristal había un cartel que anunciaba el concurso de belleza de Miss Mundo y al llegar a casa descubrí que aquel era el quinto encuentro del concurso en mi zona.


Sé que vivo en una burbuja y ese choque con la realidad me hizo ver una vez más cuan pequeña sea esa burbuja. Al ser un tío adulto blanco heterosexual, al estar en una posición de poder, sé que para mi es más fácil alejarme de las reglas de la sociedad, ser raro y ser orgulloso de ello. Alejarme de la normalidad. Una normalidad hecha de consumismo de cosas (el templo de C. y los miles de otros templos parecidos), pero también del consumismo de cuerpos y personas, de inteligencias, de belleza, de aspiraciones, de ternura y de la impotencia percibida de cambiar las estructuras de la sociedad. Parte de lo que hago es “vender gafas” que nos permitan ver que sí es posible ver las cosas de una manera diferente y actuar en consecuencia. Pero hay que hacerlo mucho más. Es necesario que muchas más personas lo hagan, como lo hago yo o incluso mejor de maneras completamente diferentes, para poder llegar a más gente. Es necesario porque esta realidad da verdaderamente miedo.

domenica 2 novembre 2014

¿Somos todos acosadores?

En los últimos días un vídeo sigue apareciendo por todo lado. Es un vídeo de una chica caminando por las calles de Nueva York. Un resumen de 10 horas de camino y de los 108 piropos que recibe en este tiempo. Es un vídeo publicado originariamente por Hollaback! (fusión y jergalización de holler → holla = gritar y back = atrás), una plataforma cuyo objetivo es acabar con el acoso callejero. En poco tiempo el vídeo ha rebotado en redes sociales, periódicos en línea, etc. Más que el vídeo en si, la cosa más impresionante son los cientos de mensajes de respuesta al vídeo (de hombres, pero no sólo) en YouTube y en varios periódicos que siguen diciendo “pero decir 'hola guapa' es ser gentil, no hay nada malo en esto. La culpa es de las feminazis que odian a los hombres y ven acosos por todo lado. Las quisiera ver a los 60 años con las tetas al suelo cuando nadie les dice nada por la calle; rogarían por un poco de atención!”. O cosas así.
Al publicar el vídeo en mi perfil de Facebook, un par de chicos que no veo desde hace tiempo (debido a la distancia geográfica) comentaron, apoyando mi decisión de publicarlo y la cosa me alegró mucho. También tuve una discusión muy interesante —en privado— con mi viejo amigo N.M. Me contactó él diciéndome “algún día me gustaría compartir un par de opiniones contigo, que eres sensible a estos temas”.

La discusión que siguió se centró en las miradas.
No quiero empezar a hablar de que estoy de acuerdo con el tipo de denuncia que aparece en el vídeo, o de que dar a una persona (generalmente una chica) atención no deseada ES un acoso y tampoco quería hablar de estas cosas N.M. Esto es sentido común para él y para mi, así como para muchos chicos (lamentablemente todavía demasiado pocos). Tampoco hablamos de miradas lascivas o que hacen sentir incómodxs.
Pero simplemente, ¿miras a las chicas? ¿Qué sientes por dentro? ¿Dónde termina la espontaneidad y empieza el autocontrol que nos imponemos “los chicos respetuosos”?

Lo que yo pienso es que sea normal mirar a las personas del género que más nos interesa, pero la manera que tienen los chicos y las chicas de hacerlo —para quedarnos sólo en los géneros numéricamente másimportantes y que personalmente conozco más— es muy diferente.
Eónes de patriarcado han hecho que los chicos de hoy en día reputen normal dar atención no deseada a otras personas(usualmente chicas); exactamente lo que pasa en el vídeo que nos llevó a esta discusión. Pocos años de feminismo nos hicieron dar cuenta que esto no está bien, pero muchos de nosotros se paran mirando a las chicas de manera muy descarada, porque esto sería algo que nos surgiría de manera “natural”.
El mismo patriarcado ha hecho que las chicas se porten de manera muy diferente. Si una chica hiciera lo que hicieron los chicos en el vídeo, esto estaría muy mal visto (porque no sería “normal”). Si una chica se quedara a mirar de manera descarada el culo de un chico, esto también estaría muy mal visto. Así que ellas han aprendido a hacerlo de manera mucho más discreta.
Aunque no hubieran “confesiones” de las mismas chicas que dicen que sí miran, no me creería que las chicas no miran a una persona que le interesa. Es —para mi— una natural atracción hacia lo bello. ¿Quien no se para a mirar o hacerle mimos a un cachorro? Yo miro también a chicos guapos, pero cuando hay también una componente sexual, el hecho es más común.
Lo que dicen algunas personas que están más concienciadas con asuntos de género (lxs feministas) es que cuando un chico se queda a mirar a una chica —muchas veces de manera descarada— lo hace porque está viendo a la mujer como un objeto; que no la está viendo como una persona. Yo no creo que sea esto lo que pasa —por lo menos no para todos los chicos—, así como no creo que sea lo que pasa cuando una chica mira a un chico y aunque una mirada a alguien que no se conoce necesariamente se queda en el aspecto más superficial. Volvemos a lo que decía antes sobre la atracción hacia el bello. Entonces ¿es natural que un chico se quede a mirar a una chica y que lo haga descaradamente? En este caso, creo que el saber que estamos en una posición de poder de género nos daría a los chicos este descuidado. Pero ¿se queda todo en esto? ¿No hay también una componente natural? En su libro Testo Yonqui, Beatriz Preciado habla de como la utilización de testosterona sintética produce cambios en sus sensaciones corporales. Entre ellas el aumento del deseo sexual. De este mismo tipo de aumento de deseo al usar testosterona hablan también unos transexuales hombres barceloneses en un documental del que desafortunadamente he olvidado el nombre. Claro, estoy hablando de deseo sexual, pero quizás el hecho de que un cambio en la cantidad de hormonas pueda cambiar la manera de portarse de las personas me hace pensar en una componente más natural en la manera de portarse de muchos chicos.

Lo en que sí veo un ver a la mujer (o en menor mesura a los chicos) como un objeto es observar en que y en quien nos fijamos.
Hace 70 años (o incluso menos) los aspectos físicos en que la gente se fijaba eran bien diferentes que los en que nos fijamos hoy en día. Este cambio de estética es debido por completo a la sociedad, a la publicidad y a lo que se nos dice ser atractivo. Si bien yo esté naturalmente atraído por chicas andróginas, no niego fijarme también en chicas de una belleza más “normal”.
¿Entonces? ¿Natural? ¿Social? ¿”Normal”?


Las preguntas están aquí para ser debatidas.

lunedì 26 maggio 2014

The Downward Spiral o Un tranquilo sábado de mala hostia.

Estoy en un barco que salió a las 8:00 desde Göteborg (Suecia) y me llevará a Frederikshavn en Dinamarca. Son las 8:51, ya estamos demasiado fuera como para ver algo que no sea agua y un poco de cuesta a lo lejos, la llegada está prevista a las 11:15 y es un buen momento para escribir.
El sábado pasado (bueno de hecho hace dos sábados) me fui, como todos los sábados, a trabajar en el bosque comestible de Can Masdeu. Un grupo de unas 15-20 personas del Centre Civil del Coll la Bruguera había venido a visitar el proyecto. Habían contactado conmigo dos meses antes. Llegué un poco tarde y ellxs ya estaban allí, junto con D.F. y R.T.
D.F. le explicó lo que es Can Masdeu y justo después pasé a explicarle lo que son la permacultura, Permacultura Barcelona y un bosque comestible. Después pasamos a visitar el bosque, mientras D.F. y R.T. trabajaban un poco.
Al final de la visita la gente se dijo entusiasta, pero después de poco se fue.
El día anterior (viernes) me había ido a Amposta (1,45h en tren), había enseñado 3 clases de una hora y media del Curso de Diseño en Permacultura y había vuelto por la noche del mismo día para enseñarle el bosque comestible a la gente del Coll la Bruguera la mañana siguiente. Como ya dije, a las 11:15 del sábado estaba en Can Masdeu y a la 1:30 quedábamos D.F., R.T. y yo. Nadie más. El día era muy bonito, despejado, hacía calor, pero no como en la ciudad, pero no había nadie más que nosotros. Estaba deprimido y decidí no quedarme a comer. Bajando pasé como siempre al lado de los campos de fútbol sala y como siempre me dio de pensar. Vi docenas de tíos vestidos de colores, sudando bajo el sol y divirtiéndose. Pues sí, es un juego y está bien vestirse de colores, no es cierto la vida “normal” cuando no está tan bien ir vestidos con colores alegres. Además en el fútbol es importante distinguirse los unos de los otros. ¡Que se entiendan bien los equipos contrapuestos! Y luego, claro, en el día a día no que no está bien ir de colores. Es de maricón, ¡collons! Además en el fútbol sólo tíos, claro. Faltaría más. La separación de los sexos antes que todo, por dios. Será un juego, pero ¿quien quiere jugar con mujeres? ¡Ellas sirven para otras cosas! Además no sería justo. ¡La diferencia entre nosotros y ellas es demasiada!
En fin. Estaba de malo humor, cansado, y pensamientos negativos me llenaban la cabeza. Está bien divertirse como mejor queramos, pero la sociedad nos dirige, como siempre, y nos dejamos dirigir. Pensar en lo que nos gusta de verdad podría ser dañino.
Seguí caminando hacia el metro. Antes de entrar me hice llamar (por segunda vez) por E.N. que me dijo que estaba en Sants con C.C. en un concierto-fiesta para el centro social de Can Víes y que me esperaba. Empecé a sentirme mejor, a pensar que no me lo tenía que tomar tan personalmente. Que las personas del Coll la Bruguera eran casi todas mayores y que había sido bueno pasar la mañana con ellxs. Y que al final la gente del fútbol sala se estaba solo divirtiendo como mejor sabía. Llegó el metro, entré, cogí el metro y llegué leyendo hasta Diagonal donde cambié a la línea azul. Cogí el metro y me arrepentí de haberme ido de Can Masdeu. Me arrepentí con todo mi ser.
Eran las 14 y el metro estaba lleno. Había colores del Barça por todo lado. 
Tuve que estar de pie. 


Un grupo de tíos hacía coros, saltaba y reía en el metro. Ha-cí-a cooo-ros, sal-ta-baaa y re-ííí-aaaaa MUCHO. Al poco tiempo los coros pro-Barça se transformaron en coros anti-Madrid. Cualquier equipo de Madrid fuera. Y los coros eran violentos, claro. Y los tíos se reían, claro. Una tía que estaba a mi lado le explicaba a otro tío —¡justificándose!— que no, no le gustaba el fútbol pero que a su padre (que estaba allí al lado) le encantaba. Y el padre se puso a cantar con los del Barça y a darle fuertes golpes ritmados al palo al que estaba apoyado yo también. Y su anillo de boda “sonaba” al tocar el palo. Después de un par de paradas entró en mi coche un segurata ENORME que había visto mientras esperaba el metro en Diagonal. Nunca estuve más feliz de ver a un representante del orden. Al entrar, el hombre dijo algo a los tíos, pero se veía que no era serio, que tenía la sonrisa en la boca. Los tíos le abrazaron y siguieron haciendo coros, saltando y riendo. Su divisa naranja se transformó en mis ojos en otra blaugrana. Empezaron a contestar a los coros tíos del coche de al lado, en la parada siguiente entraron más tíos y se unieron a los coros. La parada siguiente era, por fin, mi parada. Me parecía haber estado en el metro un tiempo infinito. Al dirigirme a la salida, la que estaba más lejos de los tíos que seguían “cantando”, vi que había muchas otras personas con la divisa oficial. Y gente normal, tías mayores, que reía y parecía estárselo pasando bien, o por lo meno comprender todo esto, verlo como algo al fin y al cabo necesario.

Salí. Por fin salí. Me fui corriendo a buscar a E.N. Estaba en una plaza con C.C. y L.. La fiesta se estaba acabando y un tío tocaba el banyo, las percusiones y cantaba (gritaba) con toda la intensidad posible. E.N. explicó que era vasco. Claro. Conté mi historia. Después de poco C.C. se fue. E.N vio que yo estaba muy afectado. Me cuidó. Me dijo —como ya había hecho en otras ocasiones— que era la necesidad de sentirse parte de un grupo, que ella tampoco estaba de acuerdo con lo de los tíos del metro, pero que al fin y al cabo los tíos que jugaban a fútbol cerca de Can Masdeu estaban haciendo deporte y se lo estaban pasando bien. Todo se me quedaba corto. Mi furor no se iba. E.N. se dijo de acuerdo conmigo, no sé si totalmente en serio o también para placarme.
Decían que la religión es el opio del pueblo y es cierto. Pero nosotrxs hemos evolucionado, hemos abandonado la espiritualidad. Ya no la necesitamos. Y tampoco necesitamos hacer guerras (bueno, por lo menos entre nosotrxs, que allá donde se lo pasan mal y donde podemos ganar fácil sí que nos vamos). Ahora nuestro opio es mucho más material. Nuestra felicidad o tristeza, ya no dependen de hombres con divisa de cura, supuestos emisarios de un ser superior que nos dicen lo que está bien o no hacer. Ahora se deben a tíos con camisetas coloreadas que se afrontan cada dos por tres para satisfacer nuestras necesidades drogadictas y nuestra sed de “sangre”, nuestra necesidad de sacar la violencia toda masculina que nos llevamos por dentro. Y el poder ya no necesita ensuciarse las manos con agua bendita y hostias (en sentido literal y figurado). Ya es suficiente tener dinero para comprar este o aquel futbolista, mantenernos interesadxs y seguir haciendo lo que le da la gana. Panem et circenses decían los romanos. Las cosas no han cambiado mucho desde entonces.

Si 1/100 de la energía invertida en los partidos (de fútbol) se invirtiera en algo que tiene sentido viviríamos en un mundo mucho mejor.